Un inesperado diálogo literario entre los pormenores del día a día en un comercio da lugar a esta historia que tiene como eje un libro de Hermann Hesse.
Por Dante Galdona
El punto de contacto entre Hermann Hesse y una rotisería es al menos difuso. Las constantes interrupciones pidiendo tres de cuatro quesos y tres de carne suave contrastan con el pájaro a punto de romper el cascarón. Marisa lo sabe y lo acepta, pero lejos está de abandonar “Demian” sólo porque a la señora le cuesta pagar con el celular. Sorprende con la multitarea Marisa.
-Dos de jamón y queso y un párrafo al azar-, la intimo.
Me pregunta algo con la cara.
-De ese libro.
-El párrafo te lo debo-, sonríe y me cobra.
A punto estoy de salir, ya con media empanada en la boca, cuando me llama.
-“Las cosas que vemos son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque creen que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría”.
-Veo empanadas y llevo una empanada dentro, tiene razón. ¿Cuánto es?
-Ya me pagaste.
-El párrafo no.
-Ese va de regalo, pero vas a tener que pensar en algo más que empanadas.
Llego a casa y busco el libro. Recuerdo haberlo leído, recuerdo haberlo disfrutado, recuerdo haber escrito algo sobre él. No recuerdo más que el sabor de las empanadas. ¿Me retó Marisa?
Sí, después de una relectura el libro empieza a devolverme todo aquello. Es un gran libro. Lo leo con un nuevo interés porque advierto la profundidad conceptual y la búsqueda espiritual. Llego a la parte que me había quedado rondando siempre: “El pájaro rompe el cascarón. El cascarón es el mundo. El que quiere nacer tiene que destruir un mundo”. No estaba en ninguna búsqueda espiritual, pero qué bueno es encontrar, a través de la lectura, la posibilidad de hacerla. Leer “Demian” si buscamos conocernos. Leer “Demian” para entender cómo en nosotros anida la humanidad, luz y sombra de sí misma.
Tres días después, en la rotisería:
-¿Rompiste el cascarón, Marisa?
-Sí. Y vos los huevos, que no es lo mismo.